La esquizofrenia es un trastorno que suele ir unido a otros en la afectividad y en el pensamiento. El estado consciente del enfermo es normal. Su actitud psíquica se caracteriza por el egocentrismo y el aislamiento, y expresa una pérdida de contacto con la realidad. Manifiesta ideas delirantes (persecución, intentos de envenenamiento, influencias extrañas, etc.) y trastornos de la percepción (alucinaciones de tipo auditivo, voces amenazadoras o críticas). La personalidad se altera de forma gradual o repentina; el contacto con el paciente resulta cada día más difícil y éste se retrae cada vez más en su propio mundo. Es muy difícil distinguir de otras formas de psicosis, por lo que existe un rechazo general a usar el término esquizofrenia.
El trastorno afectivo bipolar (TAB), también conocido popularmente como trastorno bipolar y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva, es un trastorno del estado de ánimo. El afectado oscila entre la alegría y la tristeza sin medida, atravesando períodos repetitivos de depresión (fases depresivas) que se alternan con temporadas de gran euforia (fases maníacas). Su expresión en el cerebro se produce en forma de un desequilibrio electroquímico en los neurotransmisores.
O no se da importancia a los sueños o, por el contrario, se sobrevalora su interpretación. Ahí estaba yo entre la despreocupación y el secreto temor de que no lo fueran. En una suerte de síndrome del hombre lobo. Normalmente consciente, con una vida organizada, cuando creo estar despierto, y una pesadilla que se me impone, sin control, cuando creo estar dormido.
Soy un piloto de Fórmula 1, con una azarosa historia, y en horas bajas, que, con claras muestras de bipolaridad en la vida que siento real, experimenta otra vida, aparentemenete en sueños, como a un esquizofrénico que le atormentan las voces que le persiguen.
El asunto de los problemas mecánicos lo he vivido unido a los sueños del volante. Este ha sido mi detonante, como para Neo (en Matrix) lo fue el conejo blanco. La toma de conciencia de que hay algo más allá de lo que creo real.
Lo que sigue es el segundo capítulo de "Confidencias".
El mensaje fue muy claro. En su familia no querían volver a sufrir sus adicciones. Si no podía controlar sus vicios, se imponía un abandono radical. Solo se puede dejar de fumar de una manera: no fumando ningún cigarrillo más. En su caso, incapaz de jugar competentemente sin volante, no tener uno, le obligaría a dejar su obsesión. Una segunda vez se enfrentó a la posibilidad de la compra. Como en esas escena en el que el fumador queda paralizado ante el paqute de tabaco, o mira absorto el recorrido insinuante, voluptuoso, del humo del cigarro de su acompañante. Pero, no pasó de ahí. Volvió a perder el tiempo, paralizado ante las cajas, que ya solo eran tres o cuatro.
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Otra noche casi en vela, intermitentemente interrumpido el sueño, empapado en sudor. Con la boca seca, sediento. Con pertinaz insistencia, una y otra vez, me veía en aquel centro comercial, donde solo se vendían volantes de juguete, o al menos yo no veía otra cosa. A veces me distraigo, o alcanzo el cansancio necesario delante del ordenador. Hoy en día toda actividad pública parece exigir la presencia en internet, y decidí echar un vistazo a las páginas que hablan de mi. Leer los comentarios de aficionados o seguidores de mi carrera, en la esperanza de que llegara el sopor y pudiera dormir tranquilo un rato. Pero fue lo contrario. Me desveló el comentario de una fan que reclamaba mi continuidad en la Fórmula 1, que exigía que no abandonara mi carrera de piloto, ante los insistentes rumores en los medios de mi final.
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Aquella mañana tenía buena pinta. El trabajo iba a ser llevadero. No había nada importante que resolver, lo rutinario nada más y, de vez en cuando, hace falta la rutina. Pero nada puede ser perfecto y en una de las idas y venidas por los pasillos le pareció verla. Su imagen de rubia peligrosa desentonaba entre la vulgaridad que es común entre la mayoría de las compañeras. Pero no se asemejaba a la "pinta estrafalaria" que lleva la otra minoría. La vió menos de un segundo, porque cuando quiso reparar, ya no estaba, como pasa en las películas. Sin embargo, su imagen se le había quedado grabada. En ella resaltaban las botas de caña alta, hasta más allá de la rodilla, enmarcando la fracción de pierna que la corta falda dejaba ver. Las botas estaban de moda, y eso le encantaba. Pasó el resto de la mañana buscándola, sin atender realmente a lo que debía hacer. Casi al final, cuando estaba recogiendo sus cosas de la mesa, frente a la puerta, apareció.
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Quise contactar. Responder a su mensaje. Pero me di cuanta de que no sabría qué decirle. Ni podía asegurar mi continuidad en el mundo de la velocidad, ni en el caso contrario, sabía cómo escusar mi deserción. Pero sus palabras me empujaban a que no pasara de esa noche. Me gritaban que dejara esta estúpida indecisión y finalmente optara por "el todo o nada".
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No pudo darse cuenta de cómo lo hizo, pero allí estaba agachada, tirando de la pernera de su pantalón, obligándole a parapetarse con ella tras la mesa. Con el gesto de silencio miró furtivamente hacia la puerta como indicando que de allí venía el peligro. Estaba claro que lo de rubia peligrosa no era un tópico. Algún lío estaba a punto de enmarañar a nuestro protagonista, pero él aún no podía darse cuenta. No había salido de su asombro, de la sorpresa, y no podía escapar del salto visual desde el escote hasta las rodillas y viceversa, que repetidamente realizaba su mirada. Tres desconocidos se plantaron bajo el marco de la puerta, y sin mucho estudiar la escena, decidieron que su perseguida había continuado pasillo al frente.
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Creo que las redes sociales, ese último invento para mantenernos frente a los ordenadores, son una solemne estupidez. Pero esta noche, una de esas redes, iba a ser el escenario de un nuevo punto de inflexión en mi vida. Y ya he perdido la cuenta. De los puntos de inflexión, quiero decir.
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Salieron furtivamente de la habitación. Cruzaron la entrada al edificio sin despedirse de las conserjes, que atónitas presenciaron como el siempre atento profesor de filosofía era arrastrado del brazo por la última interina llegada al instituto. Le llevó hasta su coche, el de él. Y salieron del aparcamiento al más puro estilo Starsky, pero en utilitario coreano.
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Allí estaba el mensaje, dejado en mi muro (¡qué ocurrentes son los diseñadores de sitios webs!):
"...no vayas a dejar aquello que da rienda suelta a tu creatividad y te desahoga y libera y evade. noooo, hazlo por todos nosotros. (...) Es la primera vez que te veo, que entro a mirar tu muro y me ha dado mucha alegria, y sobre todo me has hecho sonrreir. Hace mucho que no lo hago. Gracias. Bss".
Más que una fan parecía alguien de la familia. Pero lo más sorprendente era esa mención a la creatividad y a la liberación. No había oido nunca referirse al quehacer de un piloto como una actividad creativa. Quizá se refiriera a mi biógrafo. Me dispuse a contestar el comentario, con el firme propósito de aprovechar para acallar los rumores y confirmar mi presencia en el próximo campeonato. Pero algo me retenía. Y la luz tenue de una mañana, otra vez lluviosa, me anunció el nuevo día y apuntó en la cuenta otra noche en vela.
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El camino lo hicieron en silencio, hasta que ella le dijo que aparcara en una solitaria explanda, justo a la salida del casco urbano.
- Te has preguntado, y no has encontrado respuestas. Hay algo que no encaja en tu vida. Yo puedo ofrecerte lo que buscas.
Nuestro protagonista no estaba seguro de que buscara nada, pero si tenía claro lo que él imaginaba que ella podía ofrecerle. Una escena estupenda de cine de acción, donde el protagonista mezcla negocios y placer con la atormentada chica Bond de turno.
Ella continuó:
- Ésta será tu única y última oportunidad. Puedes escoger la seguridad de la actual certeza, yo me bajaré del coche y todo será como siempre ha sido. O bien puedes comprar el volante y ver la realidad.
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Ya es domingo. Suena el teléfono. Es mi jefe de ingenieros. Todo está a punto me dice. Y tengo la sensación de que alguien elije por mi.
Reparo en la pantalla del ordenador donde parpadea el cursor en la caja de texto:
"Si me lo pides así, ¿Cómo puedo negarme?".
Bahrein me espera.